Las Teorías de la Complejidad y sus Implicaciones en las Ciencias del Comportamiento
Autor:
En: Revista Interamericana de Psicología
Revista Interamericana de Psicología, 1995, 29, 1, 1-12.
Universidad de Barcelona [email protected]
1993), “la ciencia de la no linealidad” (Ruelle, 1991), etc
Se trata de unas teorías que tienen una elaboración formal de carácter matemático. Por ello, su aplicación inmediata se encuentra en las ciencias de la naturaleza, especialmente en la física termodinámica y la bioquímica.
Aún más, cuando uno estudia sus aportaciones llega a la convicción de que éstas afectan de lleno a las ciencias que llamamos humanas, del comportamiento o sociales. Si bien su inicio y elaboración corren a cargo de ciencias bien o mal conocidas como ciencias duras, el espíritu que las anima es de carácter eminentemente cualitativo. Justamente, éste es el espíritu que viene siendo específico de las ciencias peyorativamente calificadas de blandas.
Por esto, sería malentender las cosas, ver en aquella convicción una proclividad a la matematización o a la “fisicalización” de estas últimas ciencias. Cuantificar el comportamiento humano o extrapolar, sin más, a éste unos conceptos propios del mundo físico sería tanto como implantar perversamente otro reduccionismo bajo la bandera de la complejidad.
Si aquellas teorías importan en el contexto aquí abordado, es porque constituyen un enfoque de la realidad que abre nuevas vías al conocimiento para el análisis de ésta. En otras palabras, importan por su trasfondo epistemológico.
Posiblemente por su heterogeneidad, todavía no se ha dado una visión de conjunto de dichas teorías. Este papel pretende proporcionar tal visión, enfatizando en lo posible la naturaleza epistemológica de las mismas.
Hay cuatro grupos de teorías que realizan aportaciones fundamentales al tema de la complejidad. La más sorprendente es la teoría de los fractales; la más discutida, la de las catástrofes; la más fructífera, la teoría del caos; y la más subversiva, la teoría de los conjuntos borrosos o difusos.
LA TEORÍA DE LOS CONJUNTOS BORROSOS
Desde la década de los sesenta, y sin entrar en los antecedentes, Lofti A. Zadeh (1965), un ingeniero iraní que trabaja en Berkeley, viene elaborando una teoría de los conjuntos borrosos (fuzzy sets), que trata de formalizar en un modelo lógico y matemático lo impreciso, lo difuminado, lo indeterminado, lo difuso, etc.
Un conjunto borroso no cumple los principios aristotélicos de contradicción y de tercero excluído. Esto significa que una cosa puede pertenecer y no pertenecer a la vez a un mismo conjunto, simplemente porque los críterios de pertenencia no son nítidos.
Esta otra lógica, de lo posible, tiene un vasto alcance epistemológico. Representa un nuevo modo de conocer la realidad, de pensar sobre ella y de construirla conceptualmente.
Quizás la implicación epistemológica más directa de todo ello, esté en que el mundo de los conceptos, ya se trate de conceptos como la energía o la vida, ya de la salud o la enfermedad, aparece como un mundo impregnado de borrosidad. En las ciencias humanas, esto no es más que reconocer la evidencia de que conceptos clave como los de cognición, emoción, inteligencia, mente, grupo, clase social, control social, opinión pública, institución social, etc., etc. son esencialmente borrosos.
Ciertamente, algunas veces se ha tenido en cuenta la borrosidad. Es el caso, relativo a las técnicas de medida de las actitudes, de la escala de Lickert. Con esta escala se obtiene un registro que supone un tratamiento borroso de los datos partiendo de la base, más o menos implícita, de que las actitudes tienen una naturaleza difusa. Para ello, se introduce en la medición cualitativa de las respuestas categorías borrosas tales como “bastante”, “poco” o “mucho”.
Una teoría psicológica que responde a los supuestos de los fuzzy sets, es la teoría de los prototipos elaborada por Rosch (1978). Desde el marco del cognitivismo psicológico, esta teoría considera que el conocimiento categorial parte de un núcleo más representativo y ejemplar (prototipo) que es tomado como punto modélico de referencia, a partir del cual el conocimiento se expande o difumina, formándose así la correspondiente categoría o tipo. Sería muy sugestivo explotar esta teoría desde la lógica borrosa y viceversa.
El tema de la continuidad y la discontinuidad, que late en la lógica difusa, está también presente en otra teoría, que se mueve en un ámbito muy diferente a aquélla.
A comienzos de los años setenta, el matemático René Thom (1972) presentaba una teoría de la morfogénesis y la estabilidad estructural, conocida poco después como teoría de las catástrofes, nombre que si bien tiene connotaciones que parecen haber contribuido al interés por esta teoría también es fuente de malentendido porque su denotación levanta falsas expectativas acerca del objeto tratado por la misma.
Pero lo que es más revelador y esencial es que estas figuras autosemejantes siguen un patrón generador, susceptible de ser formulado mediante una sencilla ecuación.
Los procesos de ramificación, antes citados, son sólo una de las manifestaciones fractales de la naturaleza.
Benoit Mandelbrot insiste y muestra (1988) que la geometría fractal y no la geometría clásica es la que realmente refleja la geometría de los objetos reales. Un ejemplo, a menudo citado, es la fractalidad de cualquier línea costera de un país. Su longitud depende de la escala y del patrón de medida. Por esto, países vecinos pueden no coincidir en sus mediciones respectivas, como es el caso de España y Portugal, que dan como dato oficial una longitud distinta de su frontera común. Pero la razón última de esto no está tanto en el hecho de que el patrón de medida sea distinto, sino principalmente en las irregularidades del terreno.
En la fractalidad interviene, se ha visto con la autosemejanza, el factor escalar: al aumentar o disminuir la escala, las sinuosidades se van repitiendo en formas análogas y en menor o mayor número, respectivamente. En este sentido, puede afirmarse que hay fractalidad en la estructura o forma de un fenómeno cuando ella permanece semejante (lo que no significa que sea idéntica) en cualquier escala.
El análisis fractal pone de manifiesto qué y cómo la constancia genera innovación, qué y cómo lo idéntico es distinto, o en otras palabras, qué y cómo lo cuantitativo puede adquirir trascendencia cualitativa. Un ejemplo de esto lo tenemos en la variable cuantitativa tamaño del grupo, la cual tiene trascendencia cualitativa. En efecto, dentro de ciertos límites, al aumentar el número de miembros, varian esencialmente el estilo de vida y los problemas del grupo hasta el extremo de que se puede afirmar en determinados supuestos que se está ante un grupo nuevo (ver Munné, 1980).
Que se vea en ello un atractor es muy importante. Porque a través de él puede representarse el comportamiento del sistema, si bien sea a largo plazo, es decir, transcurrido un tiempo suficiente. A su vez, esto tiene la singularidad de que estamos ante unos fenómenos capaces de englobar el caos y el orden.
En la ciencia social, una teoría de los atractores “extraños” ofrece amplias posibilidades de aplicación. Recientísimamente, Eiser (1994) intenta ver las actitudes como atractores, dentro de un contexto conexionista de la mente. Pero piénsese, por citar algunos supuestos, en las turbas agresivas o adquisitivas de Roger Brown, en los modelos sociales que originan las modas, en el liderazgo tanto grupal como de opinión, etc.
Otra aportación fundamental al conocimiento del caos procede de la biología. El físico y ecólogo Robert May (1976) mostró que la iteración de una población de individuos lleva a un punto crítico de bifurcación y caos.
Es más, May encontró un parámetro de crecimiento poblacional: Si éste parámetro tiene un valor bajo, el sistema es estable; si es alto, el sistema oscila, es decir, tiene una bifurcación, lo que supone una alternancia entre unos valores; y más allá de esta fluctuación, van apareciendo iteraciones de bifurcación que convierten el sistema en caótico, hasta que en éste surgen de manera súbita o impredecible sendos ciclos estables.
LA COMPLEJIDAD, UN CONCEPTO OPERATIVO Y APLICABLE
Habíamos empezado hablando de la complejidad y hora es de volver a ella.
Se habrá advertido que cada una de las teorías o conjuntos teóricos examinados se ocupa de algun aspecto, inédito y de carácter cualitativo, de la realidad. Desde la perspectiva aquí adoptada, esto es importante por varias razones:
a) Estas teorías tienen un enorme valor epistemológico, pues abren vías de acceso a la realidad, que permiten aprehender ésta sin prescindir de su complejidad.
b) A la par, estas teorías ponen de manifiesto propiedades desconocidas de la realidad y con ello ofrecen un nuevo concepto de la complejidad. En este sentido, afirmar que la realidad es compleja significa, al menos, cuatro cosas: 1) Que la realidad es borrosa. 2) Que la realidad es catastrófica. 3) Que la realidad es fractal. Y 4) que la realidad es caótica.
Así las cosas, hay que avanzar en el camino abierto por las teorías examinadas. Por ejemplo, un paso más en esa dirección se puede dar profundizando en las relaciones entre los aspectos de la complejidad puestos de manifiesto por dichas teorías u otras teorías de la complejidad que se vayan formulando. Algunas de estas relaciones ya son conocidas: La dimensión geométrica de carácter fraccionado o intermedio de los fractales parece ser indicadora de borrosidad. La teoría de las catástrofes describe la morfogénesis de la estabilidad y, en este aspecto, procesos no caóticos; con todo, es relacionable con la teoría del caos, porque este “se cuela” a través de la catástrofe. Además, la teoría de las catástrofes probablemente pueda ser reentendida a través de una teoría más general de las bifurcaciones e incluso de las oscilaciones. También los atractores extraños son fractaliformes: nunca se cortan o yuxtaponen debido a su determinismo y las trayectorias se “aprietan” más y más al reducir la escala de observación. Las turbulencias consisten, como los fractales, en irregularidades. Etc.
Otra cuestión es la de las relaciones entre las teorías de la complejidad, las cuales lógicamente no están exentas de discrepancias. Han originado ya polémicas importantes, por ejemplo, entre Mandelbrot y Thom, o entre Mandelbrot y Feigenbaum. Pero más allá de disputas puntuales, una cuestión que late en toda esta temática es la que opone la borrosidad, la estabilidad, la iteración, el equilibrio, etc. a los límites, los puntos críticos, los ciclos límite, las transiciones del espacio de fases, etc. A nivel epistemológico, esta cuestión no es nueva: cuando Louis de Broglie explicó en un libro, ya clásico en la filosofía de la ciencia, el enfrentamiento entre las interpretaciones corpuscular y ondulatoria del mundo físico puso un título a su obra que revela que los conceptos en lid siguen siendo los mismos: Continu et discontinu en physique moderne (1941).
¿ Cómo las aportaciones de las anteriores teorías, nacidas en las ciencias naturales, pueden ser aplicadas, en el pleno sentido empírico de la palabra, a las ciencias del comportamiento ?
De Broglie, L.: Continu et discontinu en physique moderne. París: Albin Michel, 1941. (Continuidad y discontinuidad en física moderna. Madrid: Espasa Calpe, 1957).
Eiser, J.R.: Attitudes, chaos and the connectionist mind. Oxford: Blackwell, 1994.
Feigenbaum, M.J.: “Quantitative universality for a class of nonlinear transformations”. Journal of Statistical Psysics, 19 (1978): 25 52.
Gleick, J.: Chaos. Making a new science. Nueva York, Viking, 1987. (Caos. La creación de una ciencia. Barcelona, Seix Barral, 1988.)
Laszlo, E.: The great bifurcation. Pisa: Montescudaio, 1989. (La gran bifurcación. Barcelona, Gedisa, 1990.)
Lewin, R.: Complexity. Life at the edge of chaos. Londres, Devit, 1993.
Lorenz. E.L.: “Deterministic nonperiodic flow”, Journal of Atmospheric Sciences, 20 (1963): 448 464.
Mandelbrot, B.: Les objects fractals: forme, hasard et dimension. París: Flammarion, 1975; 2ª ed. 1984). ( Los objetos fractales. Forma, azar y dimensión. Barcelona, Tusquets, 1987. Trad. de la 2ª ed. francesa).
Mandelbrot, B.: The fractal geometry of nature. Nueva York: Freeman, 1988.
May, R.: “Simple mathematical models with very complicated dynamics”, Nature, 261 (1976): 459.
Munné, F.: Psicología social. Barcelona: CEAC, 1980.
Munné, F.: Entre el individuo y la sociedad. Marcos y teorías actuales sobre el comportamiento interpersonal. Barcelona: PPU, 1989.
Munné, F.: “La intervención psicosocial en las organizaciones: mito y realidad”. Revista de Psicología Social Aplicada, 1 (1991): 51 70.
Munné, F.: “La teoría del caos y la psicología social. Un nuevo enfoque epistemológico para el comportamiento social”. En I. Fernández Jiménez de Cisneros y M.F. Martínez García, comps., Epistemología y procesos psicosociales básicos. Madrid: Eudema, 1993.
Munné, F.: “Matryoshka y psicología social. Aspectos fractales del comportamiento social.” Actas del II Simposium Hispano Soviético de Psicología Social (Moscú, 16 19 abril 1991). Moscú, Instituto de Psicología de la Academia de Ciencias, en prensa a.
Munné, F.: Complejidad y caos: Más allá de una ideología del orden y el desorden. En M. Montero, coord., Conocimiento, realidad e ideología. Temas de psicología social del conocimiento. Boletín de la AVEPSO, fasc. 6. En prensa, b.
Prigogine, I. e I. Stengers: La nouvelle alliance. Métamorphose de la science. París: Gallimard, 1979, 2ª ed. correg. y aum., 1986. (La nueva alianza. Metamórfosis de la ciencia. Madrid: Alianza, 1990, trad. de la 3ª ed.).
Rosch, E.: “Principles of categorization. En E. Rosch y B.B. Lloyd, eds., Cognition and categorization. Hillsdale, N.J.: Erlbaum, 1978.
Ruelle, D.: Hasard et chaos. París: Jacob, 1991. Azar y caos. Madrid, Alianza, 1993).
Ruelle D. y F. Takens: “On the nature of turbulence”. Communications in Mathematical Physics, 20 (1971): 167 192 y 23 (1971), 343 344.
Smale, S.: “Differentiable dynamical systems”. Bulletin ot the American Mathematical Society, (1967): 747 817.
Thom, R.: Stabilité structurelle et morphogénèse. Nueva York: Benjamin, 1972.
Zadeh, L.A.: “Fuzzy sets”. Information and Control, 8 (1965), 338 353.
Zeeman, E.C.: Catastrophe theory. Reading, Mass.: Addinson Wesley, 1977.
Zimmerman, B.: “The inherent drive towards chaos”. En P. Lorange, B. Chakravarthy, J. Roos y A. Van de Ven: Strategic processes: Designing for the 1990′. Nueva York: Basil Blackwell, 1992.