La personalidad
Dr. Carlos De Los Ángeles
De los inagotables temas que se tratan en diversas “peñas” en el Centro Cuesta del Libro (Santo Domingo), uno me ha llamado la atención debido a que una de mis áreas preferidas en el campo del conocimiento, es la que se dedica a los fundamentos doctrinales de la psiquiatría, la pregunta fue: “Carlos, hay centenares de definiciones de personalidad, ¿Cuál es la mejor?
Mi reflexión es la siguiente:
El concepto de personalidad tiene como antecesor el de Persona. Persona no es una cosa, es un sujeto. Por esa razón, Julián Marías en su libro “Persona” (1996) y en conferencias relacionadas ha dicho que cuando tocan a la puerta, no se debe preguntar ¿Qué es?, sino ¿Quién es?, pues “quien” se refiere a un sujeto, mientras que el “qué” alude a un objeto o cosa. La cosa es objetiva, material, sin libertad, simplemente existe; mientras que el sujeto es un hibrido subjetivo-objetivo dotado de vida propia y plenamente libre que construye su y la historia.
Severino Boecio (470-525) definió la persona como Rationalis natura, individua substancia; es decir, sustancia individual de naturaleza racional.
Personalidad es el conjunto de características individuales que distingue a una persona, el conjunto de sus cualidades constitutivas que la hace una y única.
La mejor definición de personalidad seria aquella que englobe todos los componentes del individuo, esto es, que sea unitaria y globalizadora; pero que acoja lo cambiante del individuo.
Desde mi punto de vista la mejor definición de la personalidad la dan William Herbert Sheldon, (1898-1977) y su colaborador Stanley Smith Stevens (1906-1973).
W. H. Sheldon y S.S. Stevens en 1942 postularon que “la personalidad es la organización dinámica de los aspectos cognitivos (Pensamiento), afectivos (Sentimientos), conativos (Voluntad), fisiológicos (Funcionalidad biológica) y Morfológicos (Hábito Corporal) del individuo.
De este modo hacen referencia a una estructuración armónica, a un desarrollo en incesante evolución.
Personalidad es una entidad, a la vez objetiva y subjetiva, se trata de una estructura abierta al mundo circundante. Es una entidad dinámica que influye sobre el mundo y es influida por él. Dicho dinamismo dialéctico se da en la interrelación del pensamiento, los sentimientos, la voluntad, la tendencia corporal y la forma en que funciona dicho cuerpo; todo ello en constante cambio al ponerse en contacto con la realidad del mundo. Este “ponerse en contacto con el mundo” se realiza a través del Yo. Recordemos que la estructura de la personalidad desde el punto de vista del psicoanálisis freudiano está constituida por el Superyó (la ética y el Principio del Deber), Yo (Principio de Realidad) y el Ello (instintos y Principio del Placer). Es el Yo quien armoniza los “instintos” y el “deber”.
Para cumplir su función de manera sana el Yo debe poseer a la vez, fortaleza y flexibilidad. Karl Jaspers (1883-1969) concretizó las cuatro características del Yo sano:
1- Unidad del Yo.
2- Identidad del Yo.
3- Actividad del Yo.
4- Delimitación del Yo con lo exterior.
Alonso- Fernández agrega una quinta característica: La Familiaridad del Yo.
Mientras que la personalidad es un concepto primordialmente funcional: sistema de conexiones biológicas y psicológicas que opera en cada uno de nosotros, el Yo es un concepto fenomenológico: la experiencia de uno mismo.
Durante el desarrollo el ser humano pasa por los avatares de la lucha por la vida y hacerse con un lugar en el mundo cuando ha logrado el total despliegue de su personalidad.
F. Alonso-Fernández (1982) hace seis demandas para definir la personalidad ideal:
1- Disponer de un proyecto vital bien estructurado.
2- Aptitudes para las relaciones interhumanas.
3- Suficiente amplitud en la organización de la temporalidad y la espacialidad.
4- Grado conveniente de madurez afectiva (sin necesidad de apoyarse en los demás para afirmarlos o contradecirlos).
5- Disfrutar de madurez emocional, esto es, capacidad de autocontrol emocional y hábito de descargar las emociones hacia dentro.
6- Orientación específica bien definida hacia la personalidad masculina en el hombre, o la personalidad femenina en la mujer.
En la actualidad esta última característica produce reacciones airadas en algunos sectores de opinión, dado que hoy se promueve mucho la aceptación de la “diversidad sexual” (el arco iris LGTB); pero se trata de posturas políticas de movimientos sociales que no tienen nada que ver con la ciencia; por mas que se esfuercen en transmitir una visión “científica” del asunto. Desde mis años de formación en Madrid (1977-1980) he participado en infinidad de mesas redondas y debates para discutir este tópico, por lo tanto no voy a profundizar en ello; pero si debo aclarar que mi Maestro F. Alonso-Fernández tuvo el cuidado de no referirse a “personalidad normal”, ni a “personalidad sana”, sino a la “personalidad ideal”, un concepto sobre lo “deseable” desde el punto de vista psicológico y social. Lo demás es de orden político y ya sabemos por el experto Leonte Brea que este es un quehacer que se rige por “lo conveniente” y “lo oportuno” para conquistar y retener el poder (“El Manejo del Poder”. 1995 y “El Político, Radiografía Intima”. 2014).
Quienes sí hablan de personalidad sana son el P. Mateo Bautista y el Dr. Roberto Re en su libro “Nuestra Salud Mental” en la que describen como características de una personalidad sana las siguientes:
1. Autodominio y autoconocimiento.
2. Responsabilidad de acciones.
3. Correcta percepción y adaptación a la realidad.
4. Madurez afectiva.
5. Estabilidad emocional.
6. Cultivo intelectual.
7. Educación de la voluntad.
8. Vivir con valores éticos.
9. Elaboración de un proyecto existencial.
10. Vida espiritual.
La personalidad no es algo dado por la genética. Es un constructo que se inicia en el útero y continúa hasta la muerte.
Sobre el terreno de la personalidad normal surgen ciertos rasgos o modalidades del carácter que distinguen o tipifican al individuo sin llegar a la anormalidad, digamos que son variantes antropológicas.
E. Spranger (1936) sistematizó seis variantes que nos parecen de mucho interés, sobre todo, por los cambios que vive el mundo en estos tiempos en relación con lo ético, lo socioeconómico y lo político.
Estas son las seis variantes que encontraremos:
1- Hombre Estético. Es el hombre liberal, respetuoso de las ideologías y de las actitudes de los demás. Cultiva la estética y el arte con una actitud romántica y espiritual.
2- Hombre científico. Su meta es la verdad, en ocasiones a la búsqueda de la verdad puede ignorar las dificultades que la realidad le opone. Puede llegar a ser molesto para los otros por sus continuos cuestionamientos de lo aparentemente “ya establecido”. Su afán es el conocimiento y como es fácil colegir tiene un profundo espíritu de observación.
3- Hombre Económico. Su vida gira en torno a la producción material y el consumo. Toma en cuenta a los demás con arreglo a su posición y eficacia. No tienen prójimos. Les cabe la sentencia de Lutero: “su vientre, su Dios”.
4- Hombre Político. No desarrolla relaciones humanas auténticas, de prójimo a prójimo, sino, de “arriba” y “abajo”. Quién manda y quién obedece y el siempre desea estar “arriba”. Su norte es el afán de dominar y absorber a otros. Dedica su vida a alcanzar y retener el poder social y político.
5- Hombre Social. Su acción en la vida está presidida por el altruismo y el deseo de servir a los demás. Se sacrifica a sí mismo con tal de ser útil a los demás.
6- Hombre Religioso. El centro de su vida es lo místico. Servir a Dios es su mayor satisfacción, esto lo puede llevar a cabo dentro de su organización religiosa o en la vida fuera de ella, en este último caso, su biografía guarda mucho parecido con la biografía del hombre social.
No debemos esperar que estas variantes se presenten de modo puro. El hombre es una mezcla intrincada de intereses, actitudes y aptitudes. En la actualidad se vive la época de los hombres políticos y económicos. Esto así, porque si bien es cierto que millones de hombres se dedican a las ciencias, la estética, a servir a Dios o a ser útiles a otros; no menos cierto es que quienes alcanzan el poder son los que encaminan su vida por los senderos de dominar a otros y obtener la supremacía en la producción y consumo de bienes materiales.
Así, no perdamos de vista algunas mixturas entre los tipos de Spranger, por ejemplo, el hombre de ciencia que busca destacarse con su quehacer, pero, con el fin ulterior de utilizar su éxito para alcanzar el poder económico o político. También se da la mezcla de caracteres económicos y políticos en un mismo individuo, así como, la combinación de un hombre político con otro de tipo económico; asociación que puede presentarse tanto a título individual como en grupos asociados. Otra mixtura frecuente es la de rasgos sociales y políticos en un mismo individuo, como en el caso de los líderes naturales de una comunidad.
Finalmente, es de suponer que la dirección de los Estados resultaría mejor si además de hombres políticos y económicos, se integraran en ella, además de los políticos y los economistas, hombres científicos, religiosos, sociales y estéticos.
Por otro lado existen desarrollos anómalos de la personalidad.
Las personalidades anormales.
Frente a los desarrollos normales de la personalidad, también se estructuran desarrollos anómalos que K. Schneider (1959) llamó personalidades anormales. Esta denominación no fue bien acogida por muchos psiquiatras, y no lo es todavía, en virtud de un malentendido con el sector psicopático de las personalidades anormales al que se ha querido ver fundamentado en valoraciones éticas; no es así, la norma que se aplica es de tipo sociológico. No pueden ser abordadas por un modelo médico porque son sujetos que “son así”, y al “ser así”, al ser humano, a una personalidad, no se le puede etiquetar como se hace con las enfermedades.
Personalidades anormales son aquellas que se desvían de un tipo medio de personalidad, esto es, la norma que rige es la del término medio y no una norma valorativa.
De las personalidades anormales K. Schneider separa las llamadas personalidades psicopáticas que son “aquellas que sufren por su anormalidad o que debido a ella hacen sufrir a la sociedad“. Aclara que “el concepto de personalidad anormal es científico por esencia y no así el concepto de personalidad psicopática”, razona que por “el hecho de haber sido realizada la segunda parte de nuestra definición de los psicópatas con arreglo a un punto de vista de índole muy relativa (sociológica), se impide su empleo puramente psicológico”. No obstante, si hacemos una abstracción del criticado término y centramos nuestra atención a la tipología de las personalidades psicopáticas que enunció el maestro, encontraremos un rico aporte de la fenomenología descriptiva a la comprensión de esta franja psicopatológica.
La tipología se basa en diez rasgos anormales de personalidad. Seis de ellos son anomalías del temperamento (hipertimia, depresión, labilidad de ánimo, explosividad, atimia, y astenia). Las cuatro restantes son anomalías del carácter (necesidad de estima, inseguridad de sí mismo, fanatismo y abulia).
Para Schneider existe una base disposicional para la personalidad, sin que “disposicional” signifique “disposición hereditaria”, pues, a ella también pueden concurrir factores exógenos intrauterinos, así como, elementos vivenciales de la primera infancia, aunque estos no participan ya fundamentalmente en la disposición.
De la tipología no sistemática de los psicópatas haremos una descripción casi textual de Schneider.
1- Psicópatas hipertímicos. Su afectividad está exaltada de un modo casi continuo hacia lo alegre y activo. “Son personalidades alegres, a menudo bondadosas, activas, equilibradas y de un optimismo inquebrantable, inconmovible a toda experiencia. Como consecuencia inmediata de ello, carecen de profundidad y de exactitud, suelen ser falsos de crítica, imprudentes, seguros de sí mismos, fácilmente influenciables y no muy fieles… por último, sobre la base de su exagerado concepto de sí mismos y de la propensión a darse importancia, muestran los hipertímicos, como es fácil de comprender, una tendencia a la fanfarronería y al embuste, que no es raro ocupe el primer plano del cuadro”.
2- Psicópatas depresivos. También aquí se coloca en primer plano una anomalía del ánimo fundamental. “Si nos atenemos a lo que tienen de común todos los depresivos, los veremos como individuos con un concepto de la vida siempre pesimista o, por lo menos, escéptico. En el fondo se niega la vida, pero, no obstante se le rodea con una especie de amor no correspondido. Todo se toma demasiado en serio, falta la capacidad de la alegría inocente. De todo se ve el lado malo, no hay nada puro; todo está amargado y corrompido de alguna manera. El pasado aparece sin valor, el futuro amenazante. Carecen de bríos y de confianza ingenua. Las cavilaciones les apartan de las tareas cotidianas y no les dejan reposar. Temores hipocondríacos, exámenes de conciencia, dudas sobre el sentido de la vida; tales enemigos les acechan constantemente. Las experiencias buy viagra online tristes son profundamente vividas y conducen a crisis; por el contrario, también a veces, las miserias reales son apropiadas para arrancarles de sus cavilaciones torturadoras…muchos depresivos son infatigables, activos y serios cumplidores de sus deberes, mas no les alegra ningún éxito y todo reposo trae consigo el peligro de la irrupción de los fantasmas reprimidos. Algunos depresivos son orgullosos, se sonríen de las personas que poseen una vida interior no complicada y fácil, a causa de la sencillez e incluso simpleza, que a ello va muchas veces unido. Se sienten a sí mismos, a los que sufren, como aristócratas”.
Los depresivos pueden variar en su presentación, pueden aparecer como melancólicas, que son personas blandas, tímidas, y fáciles de desanimar o, como personas malhumoradas que son frías, desconfiadas, gruñonas, criticonas e irritables; también pueden aparecer como personas malvadas que se alegran de que las cosas vuelvan a andar mal, pero, no sienten envidia de ningún bien ajeno.
3- Psicópatas inseguros de sí mismos. Existe una actitud de minusvalía de sí mismo sobre la base de un sentimiento de inferioridad. Pueden ser sensitivos o anancásticos.
La inseguridad de sí mismo es un elemento importante en los desarrollos anómalos de tipo neurótico. Recordemos que para Alfred Adler en su tesis “El carácter neurótico” un complejo de inferioridad actúa como “locus minoris resistentiae” para que el Yo asuma mecanismos de defensa neuróticos. Esta fue la piedra angular sobre la que erigió su Psicología del Yo, lo que le valió su expulsión del núcleo de favoritos de Sigmund Freud.
Kurt Schneider dice: “nos referimos a aquellas personas con íntima inseguridad y con deficiente confianza en sí mismas. Tampoco estos rasgos son siempre fáciles de apreciar. La falta de libertad interior y la timidez de los inseguros de sí mismos se hallan en ocasiones rígidamente compensada hacia el exterior mediante una apariencia demasiado segura, incluso arrogante, o también mediante un aspecto llamativo; no se quiere pasar desapercibido…están siempre pugnando con remordimientos y escrúpulos de conciencia, y de todo cuanto fracasa se achacan en primer lugar la culpa a sí mismos”.
Kretschmer los describió como personalidades sensitivas, así como, los desarrollos paranoides que sufren a veces. Sin embargo, entendió que estos desarrollos podían desembocar en psicosis, cosa que Schneider y muchos autores se niegan a admitir.
Por mi parte nunca he visto que un desarrollo anómalo de la personalidad se convierta en proceso, por el contrario, la mayoría de los individuos en los que aparece una psicosis son descritos como normales hasta la irrupción de la locura y, en esto estriba precisamente, la ruptura de continuidad de sentido de su vida psicológica.
Sobre el terreno de la inseguridad de sí surgen las obsesiones. “Es con frecuencia lo primario una angustiosa inseguridad, sin contenido alguno, y este estado de ánimo obsesivo primario encuentra tan solo de modo secundario su contenido…tales ocurrencias obsesivas surgen a partir del constante sentimiento de culpa e insuficiencia propio de una personalidad insegura de sí misma…viven en un constante temor de haber olvidado algo…y este temor toma sus contenidos de cualquier circunstancia en apariencia indiferente: la melodía encuentra la letra que le corresponde”.
4- Psicópatas fanáticos. Son de naturaleza luchadora.
Birbaum define un complejo sobrevalorado como “aquel que, en virtud de su exagerada acentuación afectiva, ha adquirido una posición dominante. Una preponderancia tiránica en la vida psíquica”. Esto, por supuesto, pude ocurrir no sólo en fanáticos, sino, también en inseguros de sí mismos y depresivos; por ello K. Schneider aclara la cuestión: “Lo que diferencia las sobrevaloraciones del fanático de las del depresivo y del inseguro de sí mismo, es que no necesitan tener ningún signo negativo y, además que conducen a la lucha externa, o por lo menos, en formas más asténicas, al “programa”, a la demostración”.
“Si las sobrevaloraciones son personales, como en los litigantes, se procede contra el responsable del perjuicio; si son menos personales como en los sectarios, no se propalan o por lo menos se profesan. El fanático es una personalidad activa, sin embargo, a estas formas se unen otras cada vez más pálidas y más pacíficas, que se pierden, por último, entre los fanáticos existen silenciosos, disimulados, apartados de la realidad puramente fantásticos”.
5- Psicópatas necesitados de estimación. Son personalidades que quieren aparentar más de lo que son ante sí y los demás. Para darse importancia, se representa el papel, incluso a costa del honor. Se le llama “carácter histérico”.
Su atributo más profundo es la vanidad.
Para Karl Jaspers (1942 y 1946) “cuanto más se desarrolla lo teatral, tanto más falta a estas personalidades toda emoción propia y verdadera; son falsos, incapaces de una relación afectiva duradera o realmente profunda. Sólo un escenario de vivencias imitadas y teatrales, este es el estado extremo de la personalidad histérica”.
6- Psicópatas lábiles de ánimo. Sufren grandes oscilaciones del humor lo que se pone de manifiesto como inestabilidad social. Muchas veces son irritables con impulsos patológicos como huir, beber, o derrochar. Hay días en que “soportan de todo”, sin embargo, en otros, el más leve estímulo les hace reaccionar con suma rapidez y gran intensidad.
7- Psicópatas explosivos. Son frecuentes las reacciones agresivas y coléricas. Para Schneider “estos explosivos son muy conocidos en la vida y en la clínica, y pueden describirse con brevedad. Son aquellos individuos que, por el más insignificante motivo, se enfurecen y comienzan a golpes sin consideración alguna; una reacción que se ha calificado muy certeramente como “reacción en cortocircuito”. Fuera de estas reacciones, que a veces duran mucho tiempo y que pueden conducir también al suicidio impulsivo, tales individuos son, casi siempre, tranquilos, dóciles; sin embargo, hay que tratarlos con precaución.
8- Psicópatas desalmados. Forman el núcleo de los “enemigos de la sociedad” y “antisociales” de Kraepelin.
Se caracterizan por el embotamiento afectivo, sobre todo, frente a los demás seres humanos. Carecen de arrepentimiento, de conciencia moral y compasión. Sus actos son asociales y brutales. Son hoscos, gruñones y fríos. Conocen perfectamente las leyes y reglas morales, las ven, pero, no las sienten y por tanto, no sujetan su conducta a ellas. Schneider agrega que “los desalmados son fundamentalmente incorregibles o ineducables, ya que en los casos acentuados falta toda base sobre la que pudiera actuar una influencia constructiva. Al tratar de los criminales desalmados no debemos olvidar que también existen desalmados absolutamente “sociales”, naturalezas duras como el acero y que “caminan sobre cadáveres”. La inteligencia es frecuentemente notable en estos casos”.
9- Psicópatas abúlicos. Se distinguen por su carencia de firmeza, falta de voluntad, son incapaces de resistirse a los influjos y sugestiones personales. Tienden a las influencias negativas. Antón cita las palabras del padre de un abúlico: “como la esponja al agua, así absorbe mi hijo todos los malos ejemplos de su alrededor”.
10- Psicópatas asténicos. Son sujetos que sufren de una gran fatiga y, aunque la astenia vital es de grado ligero, es casi permanente.
El asténico mira hacia adentro de sí mismo, en lugar de mirar hacia fuera. Se mantiene observando el funcionamiento de su organismo y pequeñas molestias funcionales y transitorias, a las que normalmente no se les presta mucha atención, son prolongadas por la autoobservación y quedan fijadas. La razón de esta vigilancia del propio cuerpo es el miedo a enfermarse.
Como hemos visto la tipología de las personalidades psicopáticas lo que hace es mostrar, destacar cualidades que las caracterizan de manera marcada, sin caer en el error de fabricar síntomas a partir de esas cualidades y evitando así etiquetar las personalidades como si se tratara de enfermedades.
Sencillamente maravillos artículo!