La Homosexualidad: Algunas precisiones psicoanaliticas
Dr. Alberto Peralta
A riesgo de ser etiquetado automáticamente como discriminador y “homofóbico” (me ha pasado en otros contextos, a pesar de que en mi vida diaria mantengo relaciones armoniosas con todo tipo de seres humanos incluyendo homosexuales en mi círculo y familia cercanos) aunque contando simultáneamente con que algunos colegas que lean lo que sigue sí estén abiertos al diálogo franco y respetuoso sobre una base científica (“por la verdad científica y la libertad de pensamiento”), la discusión sobre el tema en esta lista –con algunas excepciones– me ha motivado a compartir con el grupo mis personales reflexiones basadas ya en 35 años de experiencia clínica. Las detallo a seguidas para que cada quien saque sus propias conclusiones:
-Para el enfoque psicoanalítico clásico –en el que me ubico– así como para todas sus ramificaciones ulteriores, la persona sana o “normal” es un ideal (basado en la ‘sublimación’ de los instintos básicos) que pocos individuos alcanzan; la simple práctica de la heterosexualidad no es por sí misma una garantía de una cabal “normalidad”.
-El instinto (o pulsión) sexual humano, a diferencia de en los animales, es extremadamente maleable y puede ser conducido a su satisfacción a través de las más diversas manifestaciones: una de ellas es la homosexualidad; la existencia de la misma, con todas sus implicaciones afectivas/emocionales acompañantes, es para mí precisamente una manifestación de nuestra humanidad.
-En este mismo sentido, que la homosexualidad tenga un determinismo absoluta o predominantemente hereditario como se sostiene con frecuencia hoy día, no está en mi opinión para nada demostrado (aparte de que rebajaría a los homosexuales humanos al nivel del instinto puramente animal); por demás ello iría absolutamente contra la concepción del instinto (Trieb) en FREUD, o en términos filosóficos contra el concepto del “libre albedrío” humano que nos puede llevar incluso en vía contraria a un instinto tan básico como el de la autoconservación por elección propia y consciente.
-Como es natural a lo largo de mi carrera he estudiado numerosos casos (ambos sexos) con rasgos homosexuales en menor o mayor proporción, y hasta ahora en todos ellos he podido confirmar buena parte de la conocida psicodinámica descrita en las obras psicoanalíticas; en la inmensa mayoría (¿⅔, ¾?) la seducción o abuso por parte de una persona mayor del mismo sexo parece jugar un rol determinante, lo cual cuestiona en sus cimientos la tesis hereditaria. Por supuesto, mi consulta no es una muestra aleatoria y representativa de todos los tipos de homosexualidad. Agrego que en mi experiencia los homosexuales no cambian fácil o gustosamente sus prácticas (adhesividad de la libido), pero algunos sí lo han conseguido probablemente en la misma medida en que así lo han deseado con convicción.
-Por estas mismas razones (origen ‘traumático’ de muchos casos de homosexualidad) sigo siendo reticente en principio al acceso de francos homosexuales a la crianza de niños, porque conozco de 1ra mano el poder de la ‘compulsión de repetición’ del trauma como una manera inadecuada de exorcizarlo, es decir el riesgo de que se repita el círculo de abuso en las nuevas generaciones (un hecho ampliamente conocido entre los expertos de abuso infantil); ¿será por eso mismo que el destino les ‘condena’ a la esterilidad? Me han contraargumentado que existen abusadores heterosexuales pero ya empecé diciendo que la heterosexualidad externa no es garantía de “normalidad” (aparte de que no es el producto de un trauma sino la evolución natural), hay que indagar la psicodinámica instintiva de cada quien.
-En términos estrictamente teóricos, la homosexualidad no luce como la solución “ideal” a los avatares del desarrollo psicosexual humano (aunque admito que sí puede ser la mejor solución en las biografías concretas de personas particulares, con sus dramas específicos): en primer lugar es biológicamente estéril (y no estoy diciendo malas palabras, siempre nos enseñaron que el ser humano “es un ente bio-psico-social”) lo que va contra el instinto de conservación de la especie, y desde un punto de vista psicológico el amor homosexual es definitivamente más ego-ísta (amor a sí mismo, mediado a través de la elección de un objeto lo más parecido al propio Yo) que el heterosexual que está más abierto a la diversidad de ambos sexos. Como lo afirmé una vez en una discusión profesional, no hay nadie más discriminador de la mujer (¿más machista?: ellas no son dignas de su amor) que un homosexual masculino, y viceversa; ésa no puede ser la solución ideal a la “guerra de los sexos”.
-Un dato procedente de la psicología proyectiva (otra de mis especialidades): en la prueba de Rorschach, una de las más sutiles y poderosas –si no la más– herramienta de evaluación de la naturaleza humana, no hay discusión de que la respuesta más deseable y positiva de todas (índice de madurez, reflexión interior, criterio propio, creatividad, ‘proceso secundario’, etc.) es la respuesta kinestésica o ‘de movimiento’; pues resulta que este tipo de respuesta se encuentra precisa y típicamente inhibida en casos de homosexualidad (reflejo de la dificultad de identificación con otros modelos humanos) según los mejores autores. En contraparte a lo dicho por nosotros al principio, este solo dato me impresiona como un argumento contundente que cuestiona la supuesta “normalidad” de la simple homosexualidad.
-Con frecuencia me ha sorprendido escuchar argumentos de rechazo de la “patologización” de la homosexualidad como si fuera una afrenta (utilizando el adjetivo “homofóbico” como una afrenta de contragolpe, siendo que la fobia es otra patología que tampoco merece burla o rechazo), valga decir como si al yo diagnosticar a un sujeto como depresivo o esquizofrénico lo estuviese rebajando en su condición humana; nada más lejos de mi visión ‘patoanalítica’ del ser humano (ver mi 2da reflexión arriba; FREUD: “el individuo normal es aquél que combina armónicamente en sí rasgos neuróticos y psicóticos” vale decir el que sepa hacer de tripas corazón en aras del resultado más conveniente a su situación existencial), aunque admito que en el caso de otros, ello puede tener una connotación peyorativa o denigrante es decir en quienes oponen psicopatología vs. “normalidad”.
-Creo importante recordar también que en los E.U.A., antes del 1973 (y muchos de los aquí presentes ya estábamos vivos sino ejerciendo en ese entonces, es decir con criterios bastante formados), la homosexualidad era clasificada como una parafilia en el DSM (ya este solo manual y sus criterios son todo un tema de discusión por sí mismos) y no por una burda discriminación, había razones clínicas. Pero bien, el hecho es que los colegas estadounidense discutieron el tema y finalmente sí decidieron excluírla del catálogo de patologías, lo que no pueden hacer es pedirnos que en el extranjero que aceptemos acríticamente sus conclusiones, como palabra de Dios en la Biblia, sin que tengamos previamente nuestra propia discusión.
-Así como algunos homosexuales pueden sentirse motivados a criticar mi “heterocentrismo”, debo agregar que como profesional y persona que me considero sensata me siento motivado a criticar por mi parte ciertas características usualmente acompañantes de esta manifestación de la sexualidad o ciertos “derechos” reclamados por la comunidad homosexual: me refiero al uso mismo del término “gay”, al hecho de entronizar la opción homosexual como un modelo a admirar, y más allá al reclamo de cierto reconocimiento social/legal por parte del Estado.
–El calificativo inglés “gay” (alegre, despreocupado, divertido) no es más que un eufemismo y, para mí, no describe ni de cerca lo que estos pacientes han compartido conmigo en la consulta; por más que esté muy difundido no lo considero un término profesional y por eso prefiero el más descriptivo y justo de ‘homosexualidad’.
-Ya se han referido aquí a la moderna costumbre de admirar y felicitar a los homosexuales cuando “salen del closet”; admito que me luce encomiable la actitud de ellos cuando demandan un respeto digno de sus opciones personales de vida (entre adultos mayores de edad) pero yo no llego hasta la felicitación automática: en términos teóricos nuevamente, el/la homosexual fracasa ante la angustia de castración mientras que el/la heterosexual la enfrenta y supera, y si otras condiciones son idénticas lo último me parece más admirable; simplificando, tomemos el ejemplo de los muchachos púberes que se sienten seguros en grupo (lazos homosexuales) y temen acercarse al principio a las muchachas (el sexo femenino como un ‘territorio desconocido’ a explorar, según FREUD), hasta que enfrentan su miedo y se atreven a cortejarlas para intentar establecer el enigmático y siempre cuestionador lazo heterosexual.
-Sobre el reclamo de derechos legales a ser refrendados por la sociedad (matrimonio, adopción…), no puedo más que entender la oposición de esta última: como ya dije la opción homosexual va en contra del instinto de conservación de la especie o grupo social, y el tema de la adopción es muy peliagudo (no hay más que ver la reacción de los padres a la simple presencia del embajador de E.U.A. y su pareja en un colegio, ante los muchachos); el “liberal” que sólo ve aquí estrechez de mente y discriminación obtusa por parte de esos padres o la sociedad atrasada a mi entender está simplificando demasiado los elementos en juego. Ya expuse cómo el desarrollo psicosexual infantil no es un asunto a dar por entendido y libre de riesgos en el ser humano (incluyendo el riesgo de la seducción abusiva por parte de los tutores o modelos, homo- pero también hetero-sexuales). ¿Acaso no exigimos con toda razón en el caso de los niños adoptados el derecho a conocer su verdadero origen? ¿Y cuando los adoptantes sean homosexuales cómo se manejará esto de la manera menos riesgosa para el menor adoptado, biológicamente hijo de hombre y mujer?¿Cómo se podrá desarrollar adecuadamente el complejo de Edipo en esos casos, para nosotros la marca de la especie humana? ¿Se verá ‘condenado’ de entrada a la homosexualidad? No olvidemos que en principio los miembros de las parejas homosexuales pueden ser fértiles por sí mismos, pero han optado (o al menos uno de los dos) por no asumir dicha fertilidad ineludiblemente heterosexual; es como con las cirugías optativas, que los seguros médicos se niegan comprensiblemente a pagar. No se le puede criticar entonces a la sociedad en general que se oponga a tales adopciones, pues la familia nuclear (heterosexual) es la célula base de la misma. La adopción por o la fertilización manipulada en homosexuales se presta a mi modo de ver demasiado para que fantasías irrealistas de omnipotencia sexual o de negación de la castración adquieran “derecho de ciudadanía” tanto en esos “padres” pero sobre todo en los eventuales hijos, comprometiendo de entrada en buena medida su salud mental futura.
–La burla, abuso y/o desprecio de los homosexuales por su simple condición, por otro lado, la rechazo también sin reparos y en eso estamos absolutamente de acuerdo.
Dr. Alberto Peralta.