Filosofia de las Ciencias (Carlos Moreno Rodriguez. 2002)

Filosofía de las ciencias

Carlos Moreno Rodríguez

La filosofía de la ciencia es la rama de la filosofía que tiene por objeto estudiar el saber científico desde un enfoque general y humano; en el sentido de cómo afecta a las personas y cómo componen el conocimiento acumulado, tanto históricamente como en el conjunto socio-cultural de la humanidad. Subsidiariamente, se ocupa de los métodos de investigación y de obtención de datos científicos; por lo que, muchas veces, se usa como sinónimo de epistemología. En el presente estudio abarcamos el significado de “filosofía de la ciencia” en dos direcciones:

La filosofía de la ciencia como una disciplina independiente de una Teoría General del Conocimiento (gnoseología y epistemología), que pretende aclarar y dilucidar el discurso científico, en una labor de divulgación y de adaptación de los conceptos complejos de la ciencia a la inteligibilidad general del conocimiento.

La filosofía de la ciencia como una taxonomía de disciplinas y saberes científicos, haciendo hincapié en las particularidades cognoscitivas de cada uno y en las diferencias metodológicas de cómo obtienen el conocimiento. Como tal, agrupamos en esta expresión de referencia, lo que podemos llamar filosofía de las ciencias.

Una cuestión muy actual que se puede incluir en el epígrafe, son las consideraciones sociales de la aplicación directa de la ciencia y de la tecnología. Por extensión del término, la filosofía de la ciencia se ocupa de su relación con otras formas de conocimiento distintas al proceder científico; tales como la religión, la política, la economía o el arte.

Índice

1 EL CONCEPTO DE CIENCIA

2 MEDIDA Y MÉTRICA

3 ¿ES LA “FILOSOFÍA DE LA CIENCIA” CIENCIA?

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EL CONCEPTO DE CIENCIA

La palabra ciencia no ha tenido -ni probablemente tendrá- el mismo significado a lo largo de la historia. Los primeros en hacerla, y en llamarla así, fueron los filósofos, desde el siglo V aC hasta el siglo XIX. Curiosamente, los científicos actuales parecen ser los más atrevidos y creativos a la hora de filosofar, quizás porque la ciencia ha ido acogiendo bajo su concepto y método a muchos de los saberes de aquella. Sin embargo, el concepto de ciencia, lo mismo que no se puede separar de la especulación filosófica primigeniamente, tampoco puede escapar a su relación con la tecnología que le fuera propia en el momento histórico que consideremos. Así pues, aunque los procedimientos teóricos pudieran anteceder a los pragmáticos y técnicos, hasta que éstos últimos no se pusieran de manifiesto en una experiencia concreta, aquellos seguirían sin demostrar. La ciencia actual necesita de pruebas, demostraciones, argumentaciones, experiencias y comprobaciones de distinto grado y nivel para validar su conocimiento.

La definición de ciencia no está caracterizada por un corpus único, sino que se describe como un conjunto de saberes y conocimientos que se estructuran sistemáticamente y que son obtenidos mediante la observación y la inferencia racional de los hechos y acontecimientos. Dicho conjunto cognoscitivo se agrupa en diversos subconjuntos clasificatorios que refieren una parte de la realidad, unos hechos relacionados o un enfoque estructural del mundo. Estos subconjuntos se interesan por hechos y campos semánticos con algún denominador común que satisfaga unas condiciones de adecuación (tanto a nivel formal como a nivel material). De suerte que, todo hecho conocido, puede o podrá adjudicarse a alguna categoría o clasificación. Sin embargo, la ciencia se enfrenta al problema de que, las partes de la realidad, se solapan en diversos actos clasificatorios y, la estructura de clases ideada, no siempre es excluyente en el sentido lógico del concepto. En tanto esto ocurre, es cierto que se genera alguna incertidumbre, mas no es menos cierto que, de no existir esa voluntad de análisis y de clasificación, se generaría más ambigüedad y desconcierto cognoscitivo. También, debido a los cambios de orientación y perspectiva, la ciencia se enfrenta a nuevos campos taxonómicos; con lo cual, tiende a reformular, en no pocas ocasiones, los límites clasificatorios. Lejos de entenderlo como un fallo o un error del conocimiento científico, esto atestigua su buena fe para la búsqueda de métodos, procedimientos e interpretaciones cada vez más avezadas, ingeniosas, adecuadas y ajustadas.

MEDIDA Y MÉTRICA

El gran conflicto epistemológico de la medición no radica en ella misma, sino sobre qué se le aplica. Es decir, ¿es susceptible de medida cualquier cosa, asunto, hecho o acontecimiento? Hay gran consenso en considerar que, la medición debe aplicarse sobre hechos universales en condiciones idénticas -que se puedan replicar-. Los hechos particulares pueden tener, en origen, una subjetividad aplicable sólo al caso (n=1); pero se entiende que existe cierta uniformidad en la naturaleza, donde se pueden replicar semejantes condiciones que prueban tal uniformidad. Sólo los hechos y asuntos que tengan probada esa uniformidad de ocurrencia podrán ser susceptibles de una medición respecto a un instrumento de medida, asimismo, estándar. Se dice, entonces, que el instrumento de medida tiene un grado de precisión; esto es, un valor aproximado al exacto (más/menos un error calculado estadísticamente o comparativamente con otros instrumentos de medida). En cierto modo, la precisión de la medida es contextual a lo que se quiere medir (por ejemplo, considerar la distancia entre Lisboa y Buenos Aires en términos milimétricos para cubrir una travesía en barco, carece de sentido; sin embargo, para observar células o procesos subatómicos, necesitamos de unidades como la micra o menores que ésta).

Otro de los temas que más se han tenido en cuenta en torno a la medición son los enfoques cuantitativo y cualitativo de la misma. Los procedimientos cuantitativos están referidos a números, mientras que los cualitativos están graduados semánticamente (para ilustrarlo con un ejemplo simple: muy bueno-bueno-regular-malo-muy malo). Si bien, más que la recurrencia temática de los análisis cuantitativos y cualitativos, la antecede la métrica que se va a procedimentar para realizar el análisis. De este modo, la medición es el acto de aplicar una escala a algo, pero la métrica se entiende como el acto de construcción de dicha escala de medida. La metrización puede resultar uno de los procedimientos más complejos de la ciencia, pues muchas veces hay que recurrir a métodos indirectos para la obtención de datos. La forma más extendida de hacer métrica es la comparación de un suceso en una escala pergeñada ex profeso para realizar la medición.

EL MANEJO DE LA COMPLEJIDAD

“Hay más cosas en el cielo y sobre la tierra que en toda vuestra filosofía” (William Shakespeare)

“El Tao que puede ser expresado no es el Tao eterno. El nombre que puede ser nombrado no es el nombre eterno.” (Lao-Tse)

Llegamos a una de las encrucijadas de la filosofía de la ciencia que mayor enjundia significativa tiene para la humanidad: cómo demonios hace la ciencia para manejar y procesar una realidad compleja e interactiva de difícil acceso más allá de la percepción directa de las cosas. Para ilustrar convenientemente este epígrafe seguiremos un procedimiento que vamos a llamar hipótesis de trabajo (un supuesto o una simulación llevada hasta sus últimas consecuencias con el fin de extrapolar ciertas conclusiones; en vez de seguir un método expositivo). Trabajemos, por ende, con la siguiente hipótesis:

Tenemos que resolver el problema del origen del universo y las fuerzas que lo mueven, así como decir por qué la humanidad está donde está y de dónde ha salido el conjunto de hechos que componen la realidad, condensarlo en una teoría que podamos llevar en nuestros cerriles cerebros y que lo entienda cualquier sujeto por muy tonto que sea. Esa teoría, por increíble que parezca, existe; y además lo hace desde tiempos inmemoriales: ¡Dios! Y es que nunca se dijo tanto con tan poco… El monoteísmo -la existencia de un sólo Dios para todos igual- es el gran triunfo de la síntesis religiosa y de la facilidad para transportarlo en nuestras limitadas mentes. Dios explica el origen del universo, proporciona a los hombres un vínculo y proyecto de vida, desvelando la naturaleza de las cosas y el fin de su creación y evolución. La belleza de la idea monoteísta radica en su simplicidad y economía de esfuerzos cognoscitivos. El gran conflicto de esta hipótesis es que, hasta hoy, no se ha logrado demostrar la existencia de Dios más allá del pensamiento humano. Por lo tanto, la ciencia, no puede aceptar esta explicación como válida en virtud de que, las pruebas que podemos obtener, ni verifican ni falsean tal presupuesto hasta el día de la fecha. Tanto la revelación, los milagros, las profecías, como la idea misma de Dios como creador de toda realidad y gran juez de la vida y de la muerte, carecen de replicaciones experimentales y de condiciones uniformes accesibles y disponibles para procedimientos científicos conocidos. Tampoco se puede medir ni escalar, no tiene clasificación posible ni es susceptible de probabilizar su ocurrencia, no se puede deducir más allá de su aceptación como principio prior, resulta imposible objetivizar semejante ente y, siendo como se pretende, un sistema “perfecto”, resulta paradójica -a nuestros ojos, al menos- nuestra imperfección para hacerlo cognoscible, aun formando parte de su perfección explicativa. Es verdaderamente sorprendente que, la mejor y más sencilla explicación del mundo que ha generado el pensamiento humano, sólo pueda ser aceptada o rechazada en orden a la creencia de su existencia extramental. La única prueba medianamente científica que podemos argüir en su favor, es por reducción al absurdo: si no tienes otra mejor, acéptala hasta que la encuentres…

Cuando surgió la idea monoteísta (hace más de 3000 años), desde luego, la ciencia, carecía de los argumentos, las pruebas y los avances tecnológicos que tiene hoy. La interpretación de la idea de Dios (es decir, de cómo la entienden los hombres) ha ido limitándose en cuanto la ciencia, paulatinamente, ha ido demostrando y probando la poca fiabilidad y estabilidad de los argumentos religiosos. Cosas que hoy nos parecen triviales, durante siglos, la tradición religiosa las ocultaba: la circulación de la sangre, la esfericidad de la tierra o que los hombres se pueden gobernar a sí mismos independientemente de Dios… Sin embargo, la existencia o no de Dios, no se ha podido contrastar hasta ahora. De ahí, que sigan vigentes sus postulados. No obstante, desde un punto de vista de la filosofía de la ciencia hemos de considerar la improbabilidad de su acontecer, no porque podamos refutarla, sino en base a que, cada paso que damos, no encontramos pruebas de su existencia (y ya hemos dado muchos, aunque quizás, insuficientes).

La ciencia no explica todo. Esto es un hecho que hay que aceptar. Si bien, a lo largo de la historia, cada vez más, ha ido dando explicaciones y descripciones más potentes, más cualificadas y más abundantes sobre el mundo y lo que en él sucede. La aspiración holística y global no pertenece al concepto de ciencia en sí, sino de quien lo define; pues si algo ha demostrado ciencia, es que sus presupuestos no son inmutables y sí dinámicos. Las limitaciones de la ciencia, para la filosofía de la misma, lejos de considerarse un error, es una fuente de adaptación y de ajuste, de constructivismo cognoscitivo que optimiza su eficacia. Así, la complejidad del mundo, para la ciencia no es una solución del tipo “total” y absoluta, sino que es un problema a resolver por partes (partes interconectadas, si se quiere). La fuente de su insolubilidad estriba en cómo organizamos el conocimiento que, aspira a conocer todo por definición -el arché de los presocráticos, se reduce a eso, a descubrir el engranaje funcional del mundo-.

Derivado de lo anterior, hemos de decir que, la ciencia, también genera incertidumbre; pues al plantear problemas para los que no tiene solución, ratifica lo que desconoce y la posibilidad de su propio error.

Dicha posibilidad -el meta-análisis-, a veces no es contemplada y queda sesgada por los grandes avances científicos que se sostienen para defender a la ciencia frente a otro tipo de conocimientos. A semejante consideración, se le añade la direccionalidad ética de la ciencia; hoy, más que nunca, discutida y discutible.

La complejidad de la realidad puede estar ligada al desorden, al caos o al azar. Pero también, podemos considerar a la complejidad enlazada a una contradicción lógica; ya que no se puede lograr una certeza absoluta en la elaboración de una ley, una teoría, un sistema de medida o cualquier considerando científico; pero se quiere construir un sistema ausente de contradicciones. La superación del enigma parece apuntar a la interdisciplinariedad de la ciencia y en examinar la realidad bajo un enfoque multidimensional. A sabiendas de que no podemos escapar a cierta incertidumbre, lo mejor es aceptarla y, entender al mundo como un contexto estable/inestable en un sentido asociado y que organizan a aquel. En dicho contexto, los procesos estocásticos -de causas y efectos- son productos y producidos; de suerte que, unos hechos consecuentes en una parte de la realidad, pueden ser antecedentes en otra: el mundo se auto-organiza en su propia entropía. Las partes están en el todo del mismo modo que, el todo, está representado de algún modo, en sus partes componentes.

La ciencia, a la fecha, no puede plantearse paradigmas simplificadores del mundo, porque se ha percatado que éso mismo es lo que reduce su perspectiva. No puede sustituir a la perfección sistémica de la idea de Dios, pero convive y relaciona mejor su imperfección con los hechos que procesa del mundo. Si la idea de ciencia no es perfecta se debe, en parte, a que el mundo -a sus ojos- resulta imperfecto. ¡Toda una lección de humildad!

¿ES LA “FILOSOFÍA DE LA CIENCIA” CIENCIA?

Resulta evidente que si es filosofía no es ciencia. Eso no es óbice para que la filosofía de la ciencia no tenga en consideración a los presupuestos científicos. Es más, parte de ellos para elaborar toda su especulación. La diferencia entre ambas es el uso de un lenguaje de contrastación empírica sistemática. La filosofía es un sistema de significados donde la comprobación es relativa a su accesibilidad metodológica; mientras que, para la ciencia es un paso netamente necesario. La filosofía atiende a razones suficientes (racionalidad potencial), pero la ciencia busca razones necesarias (racionalidad existencial): sólo si existe, es ciencia. La posibilidad de existir no es competencia científica.

Empero la ciencia se basa en su alto poder predictivo sobre sucesos que ha estudiado y formalizado. ¿Por qué entonces decimos que no trabaja sobre sucesos no-existentes, si las predicciones, independientemente del sistema en que se formulen, se realizan sobre fenómenos futuros cuya certeza presente no existe? La ciencia sólo realiza una clase de predicciones fundamentadas en la probabilidad de ocurrencia. Cuanto mayor es esa probabilidad, mayor es su validez científica. Superando el 90% de ocurrencia, el contenido de una proposición puede considerarse precientífica. En terrenos experimentales sin un gran volumen de replicación, el porcentaje de ocurrencia puede bajar ostensiblemente (al 60-70%). Y aunque supere porcentajes aceptables, el sistema significativo de la ciencia tampoco lo valida así como así. No se puede prescindir de algunos aspectos de control cognoscitivo: precisión, establecimiento de la variabilidad/invariabilidad, deducibilidad, axiomatización, contrastación, valor práxico, distinción, observación, información intensiva, conceptualización inequívoca, clasificación, condicionalidad, aplicabilidad, verosimilitud, diferenciación y existencia demostrable.

La ciencia tiene ocasión de considerar la necesidad de una filosofía específica por lo que significa la libertad como condición para su desarrollo. Muchas veces se ha criticado su excesiva dependencia de la política, de lo militar y de lo económico, por lo que aparecen en su horizonte las siguientes aspiraciones:

Autonomía metodológica e interventiva, Neutralidad y Objetividad

Desgraciadamente, los científicos no han tenido siempre la misma coherencia ética y estética que guía su coherencia estructural cognoscitiva.

Hay veces que, lo que se llama ciencia, dictamina increíblemente sobre lo que es necesario y lo que no; porque la comunidad científica, ni tan siquiera el conjunto de la sociedad, decide las líneas que ha de seguir la ciencia para su progreso y evolución. Generalmente, la investigación científica es guiada por proyectos para generar beneficios económicos o por intereses políticos para ofertar al electorado (en el mejor de los casos). La obligación impuesta a muchos científicos de guardar silencio sobre sus descubrimientos, secuestra al conocimiento y a la libre circulación y contrastación de ideas. Se hace, así pues, provechoso que la ciencia admitiese presupuestos deontológicos y éticos en su quehacer cotidiano, no siempre ponderados de manera armónica para la humanidad. La sociedad tiene la responsabilidad de que el conocimiento revierta en sus miembros de forma efectiva, actualizada y sensata. Renunciar a tal derecho, es dejar en manos de unos pocos, la información privilegiada. La educación y la formación científica de las personas, a buen seguro, abundarán en la reducción de las diferencias socioeconómicas y tecnológicas que existen entre las distintas poblaciones. No olvidemos tampoco, el compromiso que tenemos con el sostenimiento del planeta que habitamos y que compartimos con otras especies y seres vivos. La ciencia se enfrenta a problemas de poca tradición en su historia; sin embargo, la superación científica y la resolución de aquellos han de favorecer aspectos como los señalados.

Filosofía de la biología: el estudio filosófico de algunos conceptos básicos de la biología, incluyendo la noción de una especie.

Filosofía de las matemáticas: el estudio filosófico sobre las construcciones hechas por las matemáticas, qué son los números cual es la naturaleza y los orígenes de nuestro conocimiento matemático.

Filosofía de la física: el estudio filosófico de algunos conceptos básicos de la física, incluyendo espacio, tiempo, y la energía .

Filosofía de las ciencias sociales: estudio filosófico de algunos conceptos básicos, métodos, y suposiciones de las ciencias sociales tales como la psicología, la sociología y la antropología.

Carlos Moreno Rodríguez (2002)