El Problema de las definiciones científicas

El problema de las definiciones científicas 

Dr. Carlos De Los Ángeles

En los últimos tiempos se escucha a diferentes científicos, expresarse con recelo frente a las definiciones manejadas por las ciencias. A primera vista, luce algo plausible, ya que en toda definición se encuentran escollos; pues, se estima que dentro de la propia definición se presenta la necesidad de definir muchos conceptos que se encuentran en la propia definición inicial. Como si la serpiente se mordiera la cola en un loop interminable (un simbolismo presente en muchas culturas ancestrales bajo el término Ouroboros). No obstante, si profundizamos un poco en esta cuestión, captamos de inmediato que el león ni es tan manso, ni tan fiero como lo pintan. Ni una cosa ni la otra. Ni tanto, ni tan poco. 

Imaginemos que cedemos por un instante a la tentación de hacer ciencia sin definiciones conceptuales. 

Habría que suponer que al mencionar un concepto determinado, toda la comunidad científica a unanimidad, entendería de qué cosa estamos hablando, y que todos comprenderíamos de la misma manera y sin fisuras cada uno de los conceptos emitidos. 

Esta situación ideal la quisiéramos todos en nuestras diferentes disciplinas, sin embargo, dista mucho de lo que ocurre en el mundo real. Por ejemplo, ha costado casi dos siglos adoptar una concepción generalizada de una enfermedad como la esquizofrenia y sus diferentes tipos clínicos; y aún así, psicólogos y psiquiatras escenifican a diario fuertes discusiones sobre si un paciente padece o no una esquizofrenia. En el fondo de esas disputas subyacen debilidades conceptuales, esto es, se remiten muchas veces a qué cuadro clínico le están llamando esquizofrenia, cada uno de los que discuten el caso clínico. Así, al final nos estamos refiriendo muchas veces a la definición del campo de las esquizofrenias. 

Definir las definiciones

Una definición es la enunciación clara y breve de las cualidades y características de un objeto o de otro modo, fijar con claridad y exactitud la significación de una palabra, enunciando las propiedades que designan unívocamente un objeto, individuo, grupo o idea. 

Es posible que un niño avispado comience a preguntar qué cosa es enunciación, qué significa cualidades, qué es un objeto, qué queremos decir con la palabra característica; lo que nos obligaría a decirle que enunciar es expresar algo, que cualidades son las circunstancias y caracteres naturales o adquiridos que distinguen a una persona o a una cosa, etc. La serpiente se muerde la cola. Sin embargo, el ejemplo del niño inquisidor, no podemos extrapolarlo al mundo de los adultos y mucho menos a la comunidad científica. 

En el mundo real, en la cotidianidad humana, no es concebible que para pedir un vaso de agua, nos veamos en la necesidad permanente de definir la palabra “vaso” a cada mesero que nos atienda, diciéndole que un “vaso” es todo objeto de cualquier material, forma, color y tamaño que sirva para transportar o servir para su uso, una sustancia líquida. Estamos así ante un mundo absurdo, muy distinto al real. 

Aquí tocamos el nudo gordiano de las definiciones, pues vemos que ellas pretenden resolver, anular o disminuir la duda, una aspiración de las ciencias analíticas y que desde la teoría de la complejidad dicha duda es valorada de modo muy distinto: en la complejidad incorporamos la duda, el azar y la incertidumbre en el quehacer científico y en la vida cotidiana; como lo hacemos desde el advenimiento de la física cuántica. 

Cuando desde la Complexología (término que abarca las ciencias de la complejidad y al pensamiento complejo de Edgar Morin), se nos dice que no debemos definir, que a lo más que podemos llegar es a “caracterizar” los objetos de estudio, caemos en la misma definición que pretendemos evitar, pues “caracterizar” algo es también definirlo, porque “caracterizar” es determinar los rasgos distintivos de una persona o cosa, de manera que se distinga claramente de las demás. 

Imaginemos que sucumbimos al afán antidefinitorio. Si así lo hacemos, muchas preguntas científicas quedarían sin respuesta como serían: 

¿Qué es la complejidad?, ¿Qué es un sistema dinámico alejado del equilibrio?, ¿Qué es el Caos?  ¿Qué es la entropía? ¿Qué es el principio dialógico? 

Me parece que el lector puede advertir con facilidad que no es posible sostener una oposición cerrada a las definiciones científicas. 

Renunciar a la conceptualización en las ciencias, dificultaría más la comunicación entre los científicos y la haría prácticamente imposible con el público general; pero, además, como es lógico suponer, la docencia de cualquier materia se vería seriamente afectada. 

En adición pudiéramos reflexionar que en ausencia de conceptos no sería posible llegar a estructurar las teorías científicas, ya que estas se construyen con aquellos. Haciendo la salvedad de que desde la Complexología, se ha introducido en el quehacer científico la llamada “imaginación científica”, la cual da un giro tremendo al proceso preconizado por la ciencia clásica analítica que nos lleva de la observación a la experimentación, de esta a la formación de conceptos y con estos a la construcción de las teorías científicas. 

Existen muchos, pero, el más famoso ejemplo de esa “imaginación científica” es cuando Kekulé dormita y en ese estado de ensoñación, descubre la estructura hexagonal del anillo bencénico (compuestos aromáticos). Lo que le valió gran reconocimiento como científico, ya que resolvió un grave problema que enfrentaba el estudio de las estructuras químicas. 

Solución 

Ante una situación tan dramática el científico debe asumir una postura, que desde mi humilde punto de vista es reconocer la necesidad de definir los conceptos científicos, de conceptualizar en las ciencias y en la vida cotidiana. Ahora bien, junto a esta admisión el complexólogo tiene que advertir siempre, sobre el carácter provisional, difuso, borroso, incierto de toda definición. 

Esta sí sería, a mi modo de ver una actitud acorde con la visión del mundo desde la complejidad, pues, evitaría la pretensión de las ciencias analíticas, lineales y disciplinares de reducir o anular la duda y la incertidumbre, y al propio tiempo impediría que nos embarquemos en múltiples diálogos de sordos o en monólogos interminables. 

Por otro lado, queda salvada nuestra concepción de que la duda, la incertidumbre, lo borroso forman parte integral de la realidad y del quehacer científico. 

Además, resulta casi vacuo decir que las definiciones poseen un valor innegable para la enseñanza, es decir, tienen un fuerte potencial didáctico, pues sin ellas no se pudieran exponer las bases de ninguna ciencia y convertiría en una tarea ociosa realizar cualquier monografía sobre un tema científico.