Allen Frances ¿Somos todos enfermos mentales?

¿Somos todos enfermos mentales?

Manifiesto contra los abusos de la psiquiatría

Allen Frances

Mi apreciado amigo y colega Dr. Gustavo Rojas quien coordina el Centro de Estudios de la Salud de FUNGLODE me ha hecho un regalo invaluable: ¿Somos todos enfermos mentales? Manifiesto Contra los Abusos de la Psiquiatría de Allen Frances quien fuera parte princeps del DSM-III y Presidente del Grupo de Trabajo del DSM-IV.

El libro de Frances propone “Salvar la normalidad”. “Salvar la psiquiatría” que es como decir que “Una psiquiatría mejor es posible”, un lema que acuñé hace unos años y que hoy engalana mi página Web https://smcomplejidad.com.

Contrario a las voces por debajo de que somos antipsiquiatras (¡Qué barbaridad!) nos corresponde a los críticos de la mala psiquiatría, salvar a la psiquiatría y a las personas normales de los desafueros del nocivo DSM norteamericano.

La psiquiatría norteamericana ofrece un servicio mediocre según el Prof. Frances debido al dominio de los seguros de salud, los escasos minutos que dura una consulta, la inflación diagnóstica y la sobremedicacion. Además asevera que no es un modelo que deba ser asumido por otros países.

Nuestros críticos se acuerdan de Hipócrates con la sentencia “Lo primero, no hacer daño), pero muchos se olvidan de la sentencia completa que dice: “Se modesto, conoce tus limitaciones y, lo primero no hacer daño”. Su prepotencia y falta de modestia les hace ignorar sus limitaciones ya que su trasnochada posición reduccionista y biologicista trata de pasar por alto que hasta el día de hoy no existe ningún hallazgo de las neurociencias ni de la genética que explique ningún trastorno mental, ni haya logrado producir ningún medicamento verdaderamente revolucionario que modifique el tratamiento de los enfermos que tratamos los psiquiatras. Nuestros pacientes nunca serán sujetos de los neurólogos o como ha proclamado el eminente neurólogo Dr. José A. Silié Ruiz: “Gracias, pero quédense con sus pacientes”.

Sobre el optimismo biologicista Frances dice: “Este optimismo era compartido por la mayoría de los psiquiatras biológicos hasta hace unos quince años, pero, a excepción de unos pocos irreductibles, se está desvaneciendo rápidamente. Miles de millones de dólares en investigación no han conseguido aportar pruebas convincentes de que cualquier trastorno mental sea una dolencia diferenciada con una causa unitaria. Se han “encontrado” docenas de genes candidatos diferentes, pero, según estudios posteriores, han resultado un fiasco” (Pág. 40) 

De ahí a decir que estamos opuestos a la investigación en neurociencias o la genética no es más que dedicarse a la falacia malintencionada, pero eso junto a la acusación de ser antipsiquiatras no merece más comentarios pues de lo que se trata es de “salvar a la psiquiatría” del mal uso y abuso que emanan de la psiquiatría norteamericana en especial del DSM-5 al cual Gary Greenberg dedicó su libro titulado: “El libro de la Desgracia”.

Allen Frances se inscribe en lo que él mismo llama “justa lucha contra la inflación diagnóstica y las falsas epidemias de trastornos mentales”, en consecuencia denuncia también las ambiciones desmedidas de la APA y las despiadadas acciones mercantilistas de las farmacéuticas.

El Profesor Emérito de la universidad de Duke nos entrega 363 páginas divididas en tres partes, cada parte contiene tres capítulos.

Primera Parte: La normalidad asediada.

Cap. 1 ¿Qué es normal y qué no lo es?

Cap. 2 Del Chaman al loquero.

Cap. 3 La inflación diagnostica.

Realiza una interesante discusión sobre la normalidad presentando una crítica a los criterios estadísticos, funcionales y de consenso social para concluir que los límites entre normal y anormal son borrosos. Es lo que Zadeh y B. Kosko señalan como Fuzzy Logic o lógica difusa. Entre 0 y 1 existen infinitos decimales. Entre blanco y negro infinidad de tonalidades grises.

Entre normal y anormal existe enorme cantidad de diferentes comportamientos y excentricidades individuales que no se pueden calificar de patológicos.

Luego presenta un muy bien logrado recorrido histórico desde la época de los chamanes hasta los primeros hospitales psiquiátricos.

Finaliza esta primera parte con una explicación de cómo se han inflado los diagnósticos de manera que millones de personas sanas pasen por enfermos que tienen que tomar medicamentos nocivos para ellas. Señala la obesidad, diabetes, hipertensión, eventos cardiacos y muerte entre los efectos secundarios de fármacos que la industria logra introducir en los mercados con una publicidad engañosa y corrompiendo a funcionarios y a médicos. Por esta razón en otro lugar de su sorprendente libro equipara a las farmacéuticas con los carteles de drogas de Sinaloa y Juárez en México. Llega a decir que algunos médicos hacen más daño que los camellos que venden drogas ilegales en las esquinas.

La segunda parte se denomina “Las modas psiquiátricas son perjudiciales para la salud”.

Cap. 4 Modas del pasado.

Cap. 5 Modas del presente.

Cap. 6 Modas del futuro.

Esta segunda parte Frances trata de mostrar que en todas las épocas de la historia de la psiquiatría se presentan diagnósticos que se ponen de “moda”.

Esto causa muchos errores diagnósticos y por tanto tratamientos innecesarios y dañinos. Tal ocurrió con la histeria, la esquizofrenia, los trastornos del estado de ánimo y más recientemente con el TDAH y el autismo.

En varias ocasiones declara sentirse culpable y se lamenta de que el DSM-IV haya sido retorcido y aprovechado por la industria farmacéutica para producir tres áreas de inflación diagnóstica: El autismo, el déficit de atención y el trastorno bipolar II.

Frances alaba el DSM-III (1980), sin embargo define al DSM-IIIR (1987) como un error y un desastre. El DSM-IIIR y el Prozac aparecieron en el mismo año y las ventas del fármaco se dispararon debido a una inadecuada definición del Trastorno Depresivo Mayor. Con respecto al DSM-IV (1984) que él mismo dirigió se lamenta de que estudios posteriores detectaran que el 56% de sus expertos tuvieran relaciones económicas con la industria farmacéutica, sin embargo se muestra convencido de que en el DSM-IV no influenció las decisiones de los Comités, sino que la industria aprovecho ciertas debilidades en algunos criterios diagnósticos para engañar al público con publicidad amañada y a los psiquiatras a través de supuestas actividades de educación continuada como simposios, seminarios… y regalos.

Frances se lamenta de que el diagnostico de trastorno bipolar infantil haya sido sacado de los rígidos moldes impuestos por el DSM-IV para suministrar estabilizadores del ánimo y antipsicóticos a los niños. ¿Cómo lo hicieron? Dejaron a un lado la variación del estado de ánimo (que no es comercial debido a que es poco habitual en niños) para hacer hincapié en la irritabilidad (Que es bastante común en la infancia) para crear una falsa epidemia de “niños bipolares” provocando un bombazo en las ventas. Dice Frances: “Convierte a un niño de tierna edad en un cliente y será tuyo para siempre… los niños pueden sufrir un rápido y sustancial aumento de peso –una media de 5.4 Kg en doce semanas- incrementándose el riesgo de diabetes y viendo probablemente reducida su esperanza de vida… la negligencia más atroz ha sido atiborrar de medicamentos a niños de dos y tres años para tratar un diagnostico ridículamente prematuro de trastorno bipolar” (pág. 177).

Hay muchos párrafos verdaderamente dolorosos en el libro de este destacado Prof. Emérito de la Universidad de Durham (Carolina del Norte).

Con respecto a las famosas “investigaciones” de grandes nombres en la psiquiatría dice: “Las investigaciones las dirigen los genios del mercado, no los científicos, y el resultado es fácil de predecir: grandes ventas y pésimos descubrimientos. Por si esto fuera poco, las investigaciones son a menudo mediocres y se presentan de forma increíblemente tendenciosa. Los datos son propiedad de las empresas, las cuales los guardan celosamente; los resultados negativos son ocultados de manera rutinaria; los descubrimientos insignificantes, triviales o casuales son aclamados como si se tratara del no va más; los investigadores son corruptos y a veces los artículos científicos son escritos por gacetilleros pertenecientes a las empresas” (Pág. 118).

Del mismo modo, los nuevos antipsicóticos no eran más eficaces que sus predecesores y conllevaban muchos más riesgos a largo plazo, pero eran más fáciles de tomar. Vale la pena repetir que la industria farmacéutica no ha creado ni un solo producto cuya eficacia sea superior a la de los fármacos disponibles sesenta años atrás”. Pág. 120)

En las últimas décadas, las empresas farmacéuticas han logrado adueñarse de la industria médica ejerciendo una influencia excesiva sobre las decisiones de los médicos, los pacientes, los científicos, las publicaciones, las asociaciones profesionales, los grupos de defensa de los consumidores, los farmacéuticos, las compañías de seguros, los políticos, los burócratas y los administradores. Y la mejor forma de vender píldoras psicotrópicas es vendiendo enfermedades psicotrópicas. Las empresas farmacéuticas disponen de muchos métodos para hacerlo: anuncios en prensa y televisión, invitar a la mayoría de los médicos a cursos de formación (a menudo impartidos en los restaurantes más caros y en los mejores centros turísticos; los futuros médicos y los estudiantes de medicina salen baratos, basta invitarles a una pizza), financiar asociaciones profesionales, publicaciones y grupos de defensa de consumidores, invadir Internet y las redes sociales y conseguir el apoyo de personajes famosos”… Las docenas de simposios patrocinados por la industria en el Congreso anual de American Psychiatric Association presentaban a los mejores ponentes, eran los únicos que daban comida y atraían al mayor número de asistentes” (Págs. 120-121).

Las modas del futuro van a por los niños y ya se van apuntando al supuesto “trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo”, “trastorno por atracón”, “trastorno neurocognitivo leve”, “TDAH en adultos”, el duelo normal convertido en “depresión mayor”, “riesgo de psicosis”, ampliar las adicciones a base de patologizar la vida cotidiana (Internet) y así seguiremos la tamborita que toque la Big Pharma.

Es penoso. Por 34 años les he dicho a mis residentes que el DSM era sólo una guía, que no existen “biblias” en la ciencia, que la ciencia no se puede regir por “modas”, que el DSM no enseñaba psicopatología… pero cuando la gente se fanatiza o se beneficia no ve, no escucha, no atiende a razones, no entiende nada.

Igual que Allen Frances me lamento y me disculpo por no haber sido más proactivo, más agresivo al denunciar los desafueros y las inconductas. Mi hermano Cesar Mella insiste en que soy demasiado indulgente con mis detractores. Lo que ocurre es que nadie es profeta en su tierra, pero además el que se quiere poner ese traje siempre es un tipo molestoso y desagradable a los demás, por lo que debe estar preparado para el aislamiento, el escarnio de algunos de sus colegas y a que se intente desacreditarlo por cualquier medio.

De ahora en más, quizás con alguna excepción la industria farmacéutica debe ser vista como un enemigo de la buena psiquiatría. Ni más ni menos.

La tercera parte del libro se dedica al tema volver a la normalidad.

Cap. 7 Controlar la inflación diagnostica.

Cap. 8 El consumidor inteligente.

Cap. 9 Lo peor y lo mejor de la psiquiatría.

Es la parte en la que Frances propone una serie de medidas para impedir la expansión de los criterios diagnósticos educando a los médicos para que se resistan a las influencias interesadas de las empresas. Educar al público para que se convierta en un consumidor inteligente, contrastando las indicaciones de su médico, buscando información adicional, pedir una segunda opinión, etc.

Su reflexión termina reclamando que la psiquiatría es una ciencia noble y útil la mayor parte de las veces, que salva vidas y mejora la calidad de la existencia humana; pero que mal ejercida es un gran peligro para la libertad y los derechos humanos (ej. Hospitalización forzosa).

Este libro honesto y desgarrador del Prof. Allen Frances debe ser leído y releído por todos los psiquiatras y por todos los residentes de psiquiatría alrededor del mundo, porque sólo conociendo la bestia, es posible domarla.

Una psiquiatría mejor es posible.

Carlos De Los Angeles