ANTROPOLOGÍA DE LAS ADICCIONES: LA CURA

ANTROPOLOGÍA DE LAS ADICCIONES: LA CURA

 (Extracto. 1993) 

Dr. Carlos De Los Ángeles 

 

El hombre es un ser inacabado.

Una pléyade de pensadores, entre ellos, M. Heidegger, J.P. Sartre y H. Tellenbach, coincide en que estamos “lanzados” a la existencia dentro de una raza, un sexo, una clase social, una época histórica que no escogemos. Es sólo después de asumir éste “estar-lanzados-al-mundo” que el hombre busca y produce su “esencia”, es decir, la existencia es primera que la esencia. El genio de Ortega y Gasset refutó a Sartre diciendo: “Ningún hombre estrena la humanidad… sino, que continúa todo lo humano que ya existía”. A esta situación Ortega le llamó “esencia pre-existencia”. De todos modos, el hombre busca humanizarse, esto es, alejarse del comportamiento animal. Es el abandono del comportamiento instintivo mediante el uso del libre albedrío, lo que nos lleva a una conducta dirigida por la voluntad. Por supuesto, que éste uso del actuar voluntario sólo puede darse en el terreno de la vida capaz de ser dirigida, por ejemplo, puedo dirigir mi pensamiento hacia un grupo determinado de ideas, pero, no así en la vida vegetativa que aunque puede ser educada mediante hábitos; habrá de cumplirse de modo irremisible como ocurre con el comer, dormir, respirar, etc. 

En última instancia lo esencial en las adicciones no radica en el individuo, la sustancia o la condición sociofamiliar particular, sino, en el centro de lo humano, en el humano existir. Ya en 1898 Grotian escribió que “la inclinación a consumir sustancias narcóticas es una peculiaridad humana general”, y agregó, “una gran parte de la humanidad se sirve de las bebidas alcohólicas para la satisfacción de dicha tendencia”. Zutt, en su “Psiquiatría Antropológica” se pregunta ¿qué es lo que atrae, seduce y resulta peligroso de estas sustancias narcóticas y de las bebidas alcohólicas? ¿En qué consiste esta inclinación humana general? 

Estos cuestionamientos nos obligan a intuir que debe haber algo común a todas las adicciones, algo global, general y por tanto, asequible a la psiquiatría antropológica. 

La respuesta es que dicha inclinación humana general tiene un objetivo, una meta común: la embriaguez. La embriaguez es un estado de ánimo que nos asalta, al que podemos llegar, pero, también en el que podemos ponernos. Con esto, la embriaguez queda incluida en el terreno de la vida afectiva y, por tanto, en una de las formas del devenir biológico involuntario. 

El estado de ánimo opuesto a la embriaguez es la angustia. La angustia es la estrechez de la vida misma, en el fondo me asaltan dos temores: temor a la muerte y temor a la locura (López-Ibor. 1960). Ambos temores son el presentimiento de la nada, la pérdida del Yo. El espacio se estrecha y el tiempo parece detenido. La vida se detiene de modo opresivo. 

Por su lado, la embriaguez tiene la cualidad, subjetiva por cierto, de abrir todas las posibilidades, el espacio es amplio, el tiempo fluye, los planes lucen fáciles, los colores se ven más vivos; la embriaguez permite que uno se exprese con libertad. El mundo se descubre en un futuro asequible. Al día siguiente la resaca física y/o moral nos devuelven al mundo real. Este actuar involuntario de la embriaguez es una falsa trascendencia (es simulada) por la atracción de una droga, alimento o actividad ya que producen un éxtasis mundano no trascendente. 

Ahora podemos comprender por qué la esencia de las adicciones radica en el humano existir y que por ello cualquier hombre es pasible de ser seducido, no importa la edad, clase social, raza o cultura Cualquier hombre puede quedar atrapado por un determinado impulso que se vuelve dominante, exigente en grado extremo, llegando a opacar a las demás esferas de la existencia humana. 

Las adicciones son un peligro para todos los hombres y no como se piensa habitualmente, sólo para unos pocos de débil voluntad.

LA CURA DESDE EL PUNTO DE VISTA  ANTROPOLÓGICO

Los pacientes llegan a nosotros a consecuencia de la intoxicación, no por la adicción en si misma. Podemos curar la intoxicación, pero, no es tarea del médico defender a los seres humanos de los peligros que entraña su propia naturaleza. 

Una vez conocida la esencia de las adicciones, puedo afirmar que esa misma esencia fundamenta la realidad de su curación. 

Desde el punto de vista antropológico podemos intuir que un adicto se curará de su enfermedad si reduce el espacio de su actuar involuntario, de su impulso de embriaguez y ensancha el espacio de su actuar voluntario. Esto es, dice Zutt “se verá libre de su hábito si es capaz de dar un paso en el desarrollo de su vida”. Si asume las responsabilidades de la existencia humana. Lo que tiene que hacer es convertirse en otro. Los médicos y familiares, sin saberlo, hacen alusión a esto cuando aconsejan al adicto: “Te apoyamos… estamos contigo…, pero, tienes que cambiar… debes dejar ese grupo de amigos, cambiar tus actividades, ese modo de vivir, etc.” En realidad le están diciendo: Tienes que nacer de nuevo. Como cuando Nicodemo, oculto en la noche, visita a Jesucristo (Juan 3:3). El Señor le enseña: “En verdad te digo, nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo, de arriba…” 

El observador ingenuo no se da cuenta del movimiento eterno que existe en los objetos, el hombre y en la naturaleza. Tampoco frente a un adicto en estado desastroso pensará que tiene cura, no obstante, nosotros creemos haber mostrado que desde el punto de vista antropológico se puede sustentar la realidad, el adicto puede curarse.

BIBLIOGRAFÍA. 

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9- García Ríos, 3.3., “Una Nueva Modalidad en el Tratamiento y Prevención Contra la Adicción a Drogas y otras Sustancias Dependientes”. ler. Congreso Dominicano de Psiquiatría. 6-9 de Marzo1975. Santo Domingo. 

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11- Zutt, J. “Psiquiatría Antropológica”. Ed. Gredos. Madrid. 1974.